jueves, 7 de octubre de 2010

El lector.














     Entró en la sala dispuesto a dar el último masaje de la jornada. Como siempre, el incienso, las velas, la luz tenue y la música, incitaban a la calma, al sosiego y la interiorización.

     La mujer le esperaba ya tendida en la camilla, cubierta con una toalla. La observó un instante, recordando: Sara, masaje relajante. Se aproximó despacio y, suavemente, posó las manos sobre su espalda. Sintió cómo ella se removía perezosamente, sólo un poco, acomodándose, y cómo suspiraba profundo, aflojando el cuerpo. Cerró los ojos y esperó a que las respiraciones de ambos se acompasaran.

     Al retirar la toalla algo llamó su atención. La piel de la mujer aparecía surcada de finas líneas, en todas direcciones, a lo largo de la espalda, las piernas… de todo el cuerpo. Se acercó un poco más, con precaución, para dilucidar la naturaleza de aquellas filigranas. Eran letras, frases… que iban formando un texto, una suerte de relato. Sin interrumpir el contacto de sus manos con la piel, buscó curioso el comienzo de la historia. A la altura de los omóplatos halló el título:

“Mi vida y otros secretos”.

     Sus ojos y sus manos se hicieron entonces prójimos. Mientras unos leían devorando el texto, las otras amasaban, suave pero firmemente, aquella piel hecha para ser tocada. Se dejó atrapar por un relato que avanzaba hacia la adolescencia apuntando ya algo difuso,… un misterio, algo inefable, a la vez que sus manos bajaban hacia las caderas.

     En las nalgas, un paréntesis. Un párrafo indescifrable que hizo el suspense más intenso y el contacto más profundo.

     A lo largo de las piernas, de arriba abajo y viceversa, sinuosamente, la historia dibujaba una madurez prematura, llena de sucesos, fracasos y éxitos, una vida aventurera, valiente y plena, que giraba siempre en torno a una maldición sin desvelar.

     En los talones encontró un salto de página… hasta el cuello, y allí, en la nuca, una nota del autor:

“Por favor, sigue leyendo”.

     Con el aliento en vilo y la voz en un susurro invitó a la mujer a darse la vuelta.

     Al verle la cara sintió un sobresalto. Aquel rostro desconocido le resultaba dolorosamente familiar. Podía reconocer en él a todas las mujeres a las que había amado. De alguna manera estaban ahí, no como un parecido leve sino como una aparición. Los ojos de ella estaban abiertos, inmóviles, fijos en las sombras del techo. Ansioso por seguir leyendo, inquieto, los tapó suavemente con un pañuelo de seda. Sus miradas se encontraron… sólo un instante pleno de confidencias, de complicidades.

     Retomó el relato en los empeines y, de nuevo, subiendo y bajando por las piernas se sumergió en él dejándose llevar por aquella crónica tan ajena como irremediablemente prójima. Sintió espuma en los huesos y la necesidad visceral de desvelar el misterio.

     En las plantas de los pies se deleitó con el tacto, con el intercambio de historias y sensaciones nítidas, calientes. En los dedos, una llamada en forma de asterisco le condujo hasta las clavículas.

     Allí la historia se precipitaba hacia el final haciendo la tensión insoportable mientras sus manos subían y bajaban por los senos. Comenzaron a formarse en su mente imágenes de sucesos que no había vivido, recuerdos de lugares que nunca conoció y cuando se aproximaba a la espiral que las líneas formaban en torno al ombligo, sintió vértigo, miedos forasteros que nunca antes había enfrentado.

     En el vientre, a punto de desvelarse por fin el misterio,… una advertencia:

“Aquel que conoce mi secreto no puede seguir viviendo”.

     Inmóvil, contuvo el aliento sintiendo un latir en sus sienes. Ella separó súbitamente los labios y exhaló despacio emitiendo un tenue suspiro.

Dudó aún un instante… sólo un instante eterno.

Nunca, nadie, volvió a saber de él.

16 Dejaron su rastro:

Susana Pérez

Creo que es hora de devolverte algo que es tan tuyo y que te mereces con creces.
Aquí tienes tu sombrero
Has logrado que me meta en el masaje y en el relato... Felicidades

Anita Dinamita

Vaya masaje, me has dejado en ascuas... ¿volveré a saber de ti?
Eres un masajeador de relatos ¡qué pasada!
Un abrazo

Ángeles Sánchez

Alabo tu imaginación Kum* además de la narración ligera (de ropas) como la mujer-historia. Me ha gustado especialmente eso de ver en la mujer a todas las demás.
Magistral.

Un abrazo

Maria Coca

No puedo más que sonreír y emocionarme al leer este brillante relato, repleto de magia, contactos y misterios. Logras cautivar a un lector que se mete de lleno en la historia de esa mujer tatuada de letras. Me has recordado a una película, "The Pillow book", a un cuadro que pinté con la espalda de una mujer repleta de poemas y a la historia de una cercanía...

Felicidades por esas manos tan imaginativas, Kum.

ROSIO

Muy buen relato, creo que empezar a leer aqui fue buena idea.
felicidades.

Anónimo

Este cuento es un señor cuento. Mi enhorabuena, Kum*, y mi agradecimiento por entregar este texto.
Un admirado abrazo,
PABLO GONZ

Odile

Me ha encantado tu relato, Kum. Después de un masaje literario tan interesante creo que me iré a dormir bastante relajada.

Un beso al que le gustaría dar masajes

Puck

Impresionante. Confieso que este mensaje relajante me ha tenido en tensión palabra tras palabra. Y ese final sin final... me recuerda a Julio Medem. Felicidades.
Saludillos

Kum*

Su.
No creo que ese sombrero esté mucho tiempo en mi tejado. Pronto volará de vuelta a la Palma. Seguro. En cualquier caso... gracias, de corazón.

Ana.
"masajeador de relatos"... eso suena fascinante. Claro que sabrás de mí... no te librarás tan fácilmente.

Ángeles.
Gracias por tus palabras. De verdad que siempre es una fiesta verte por aquí.

María.
Cuando este relato se posó en mí, tampoco pude evitar acordarme de esa película. Ni de esa cercanía...

Rosio.
Bienvenida. Estás en tu casa.

Pablo.
Gracias, hermano. Y de nada, es un placer.

Odile.
Aunque sólo sirviera para eso, este relato se da por satisfecho. Dulces sueños.

Puck.
Gracias, hermanita. Tu rana alegra esta biblioteca siempre que asoma su carita.

Mon

Sólo sé que aunque no lo firmaras tu, esta historia sólo podría ser tuya...mágica y terrestre...emocionante. Gracias.

impresiones de una tortuga

Yo, te quiero dar las gracias por haber entrado en mi blog, de no ser así, no habría tenido el placer de conocerte. Tu relato me ha fascinado. Yo, también, me quito el sombrero. Saludos.

Belén Lorenzo

Me encanta tu universo, Kum*! Silencioso, pero lleno de personajes maravillosos y de historias que te atrapan. No te molestes en mandar tu sombrero para La Palma: seguro que antes de que llegue darás motivos para reenviártelo...

Jesús

Muy buen micro... aunque lo confieso, yo no hubiera seguido leyendo, aunque tampoco me dedico a dar masajes. saludos

Anónimo

Muy bello,elegante y misterioso.
Me encanta leer tus relatos.
Hasta pronto

Torcuato

Una maravilla. Si señor.
Un abrazo

Áurea

me ha estremecido y me ha emocionado..gracias por compartírmelo... un placer leerte

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