martes, 27 de julio de 2010

Gula.


 
     Solía degustar las palabras con dedicación de gourmet, dándole a cada una su tiempo, su espacio, permitiendo que el eco de cada sonido se diluyera en el ámbito de su paladar. Las dividía en fonemas, lexemas y morfemas intentando hallar su esencia, su espíritu, hasta que sólo le quedaban letras mezcladas como naipes en una baraja: Siempre las mismas, en distinto orden… contando diferentes historias.

     Adoraba el golpecito que la t propinaba en sus dientes, la caricia leve de la l en el cielo de su boca y la vibración juguetona de la r en la punta de su lengua. Pero entre todas su favorita fue siempre la b, que prepara la boca como para un beso.

     De las vocales simpatizaba con la o por asombradiza y con la e por vacilante. De la a solía decir:

-Todos morimos con una a en los labios, cuando el espíritu se nos esfuma en la boca.

     Con el tiempo empezó a devorar las palabras con hambre de naufrago, con una avidez digna de espanto, hasta que un día se le enredaron una a y una o en un espacio equidistante entre el gaznate y las entendederas. Prorrumpió entonces en una tos salpicada de tildes y comas y, sorprendido, de pronto… escupió una @.

Haikum II






Llega una ola...
En la orilla no hay nadie.
Llega otra ola.

domingo, 18 de julio de 2010

Inmortal.











     Quiso hacer un trato con la muerte:

-Yo no muero y tú vives en mí.
-Yo habito ya en todo lo que vive. Todo lo que vive me contiene. La vida no es más que una semilla de lo que yo soy –le respondió paciente la calavera.
-Pero yo no quiero morir… ¡nunca!
-Ya estás muriendo. Vivir es morirse de a poco.
-¡Pídeme lo que quieras!… ¡no quiero morir!
-¿Estás seguro? Sólo hay una forma de que eso ocurra.
-Por favor, no importa el precio. ¡Quiero ser inmortal!
-Que así sea… –susurró la muerte con cierta ternura en la voz.

     Entonces aquél hombre desapareció para siempre de la faz de la tierra y se borró su memoria de todos los mundos y todos los tiempos. En realidad… nunca existió.

martes, 13 de julio de 2010

El reproche.


-¿Y cuándo, mi querido maestro, le agarró a usted semejante pereza?
-Creo que cuando me morí.
-Pero eso no es excusa suficiente para un paréntesis como el suyo, tan oceánico.
-Ah, ¿no? ¿Y de qué otra forma podría ser?
-No sé... podría usted, por ejemplo, derramar su saber en algún mortal de su elección, ser su inspiración,… ser una suerte de musa.
-¿Una musa? ¿con todo y alitas… con este rostro de mosquito miope? Resultaría cómico, fuera de lugar.
-Cierto… Verá, Don Mario, es que se me indigesta su ausencia, esta tan cotidiana, tan irremediable.
-Nunca fuimos tan prójimos.
-Y también… viceversa. Si me lo permite.
-Ahorita tengo que dejarle. Debo ejercer de muertito en un encuentro de calaveras neófitas. Nunca vi en vida reuniones tan democráticas.
-Hasta pronto pues, maestro. Seguiré convocándole.
-Chau.

Perdóneme la incorrección, Don Mario.
Es sólo que le extraño...

martes, 6 de julio de 2010

Haikum I







Nadie lo sabe...
muy lejos de la costa
llueve sobre el mar.