miércoles, 15 de mayo de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Cuentos de Amador... El libro.
Queridas y queridos:
El universo es amplio y la vida está buena.
Los Cuentos de Amador han pasado al papel. Os cuento más detalles muy pronto (cuando mi escurridizo editor me los dé a mí...).
Amador está en el horno. Mientras... disfruten ustedes de este vídeo payaso. ¿Que mejor forma de romper este prolongado silencio?...
Besos a todastodos... besos payasos, con el corazón contento y lleno de alegría.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
domingo, 5 de mayo de 2013
La Libertad de Pablo Gonz
Hace ya tiempo que Anita Dinamita se sacó de la manga el proyecto "Libertad", que consistía básicamente en irnos pasando la novela del mismo nombre de Pablo Gonz.
Bien, acabo de leerla. Aquí os dejo mi homenaje payaso.
Considero a Pablo un maestro desde hace tiempo, también un majara, claro,... pero nunca había leído nada suyo de más de 200 palabras y, francamente, he alucinado. Libertad me ha fascinado. Por muchas cosas. Por la multitud de pequeñas historias que lleva dentro, que vienen o no a cuento, perfectamente enlazadas con la historia principal. Por su mensaje subversivo (quiero leer más de "El viaje a las fronteras del tiempo"). Por su humor y por su crítica descarnada.
No diré nada más. Leedla y disfrutadla.
Pablo, mi enhorabuena payasa. Pero tú y yo sabemos que esa vieja sabia no se llama como dices. Ni de chiste.
Sólo me queda decir... Shiaru batsu zen.
...Y besos payasos.
sábado, 19 de mayo de 2012
Cuentos de Amador.
12. Anónima.
No tuvo nunca un nombre. Es decir, los tuvo todos. Todos los que
quiso tener o sintió alguna vez como suyos.
A los cinco meses de embarazo, tal y cómo
era costumbre en la aldea por aquellos entonces, su madre fue a buscar a la China para que le adivinara
el sexo, el nombre y los aconteceres a la criatura que estaba por llegar.
Después de espantar gatos, cuervos y malos augurios a base de velas, inciensos
y palmadas de gallina ciega, la
China aclaró el aura de la madre con limpias de huevo y
humos, besó la frente de la mujer y le posó luego sus manos de paloma vieja sobre
el vientre, hinchado ya como la panza de un obispo.
—Es una niña, tardará mucho en venir y no
tendrá nombre que valga. Se llamará como quiera y cada día querrá llamarse
diferente. Ella inventará su historia y escribirá su propio destino, con su
prólogo y su epílogo. No te puedo decir más.
El embarazo se alargó por más de un año
sin que la niña diera señales de querer nacer. Mucho tiempo después la China vino a preguntarle el
porqué de aquella pereza, el porqué de aquella espera; ella le contestó con
naturalidad:
—Francamente, China, allí dentro no
encontraba una razón convincente para salir de un lugar tan confortable.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
jueves, 3 de mayo de 2012
Año 2052... (más o menos).
—Oye,
¿te acuerdas del 15M?
—¿Qué?
—Que
si te acuerdas del 15M.
—Hmmmm… ¿Qué era eso, un grupo de música o qué?
—No,
joé, eso que hacíamos de sentarnos en las plazas.
—Aaaaaaaaah,
sí, sí, y llegábamos a conciertos en las asambleas.
—Consensos.
—¿Qué?
—Consensos
no conciertos.
—Ah,
sí… y hacíamos así con las manos, ¿no?
—Es
verdad, y…¿ Y para qué hacíamos eso?
—No
sé, no me acuerdo, pero quedaba bonito.
—Sí,
muy bonito. Mira, ya nos traen la pastilla.
—Ah,
qué bueno. Me encantan las pastillas azules. Y la nueva enfermera. Oye... ¿Por qué me miras así?
—Perdone, pero…¿y usted quién es?
—Joder,
Kum*, cada vez estás peor de lo tuyo.
—Ya,
pero… ¿usted quién es?
—La
vejez te ha pillado muy mayor, Kum*.
—¿Qué?
¿Cómo dice?
—¿Qué?
—Mire,
ya nos traen la pastilla.
Cuaderno:
Rarezas...
miércoles, 25 de abril de 2012
Cuentos de Amador.
11. Las dos llegadas del Padre Anselmo.
Nunca
antes había llegado nadie con la intención de llegar, y mucho menos con la intención
de quedarse.
Aquel miércoles de marzo hacía ya tres semanas que una
lluvia despeinada aturdía a las ovejas, confundía el contorno de todas las
cosas y borraba de los corazones los anhelos y las penas con esos aplausos del
agua que apagan la voz del mundo. Cuando entró por primera vez en la aldea, con
su caminar de obispo y su mirada de anciano, la lluvia se detuvo a verlo pasar
y tal fue su impresión que no volvió a caer hasta dos meses más tarde. El padre
Anselmo, embutido en su eterna sotana negra, cruzó la plaza en dirección a la iglesia
como un viento cargado de oscuros presagios, recorriendo sin vacilar un camino que
no había visto sino en sueños. Al llegar a la iglesia, encontró las puertas
abiertas y las estancias vacías. Un arrullo de palomas y un dormir de
murciélagos lo recibieron en el altar mayor, donde lo esperaba una cruz
deshabitada. Antes de instalarse o hablar con nadie, se dio a las tareas de desahuciar
a todo bicho anidado en los rincones, limpiar los ámbitos de espíritus herejes y
crucificar de nuevo al Cristo que años antes…
Pero, un momento, tal vez lo mejor sea empezar por el
principio, al menos por esta vez.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
sábado, 31 de marzo de 2012
Cuentos de Amador.
Aroa habitaba el presente. No entendió nunca de mañanas ni de ayeres. Vivía su vida sin más, consumiendo los instantes como quien saca agua del mar. Pequeña como un santiamén y bella como un orgasmo, sentía una cercanía innata y un cariño natural por todos los seres con los que compartía el planeta: personas, animales, plantas, pero también por las rocas, el fuego, la lluvia, el viento, la pradera o la montaña.
Aroa no lloró nunca. Nació con los ojos abiertos,
celebrando con balbuceos la alegría de una nueva vida. Aquel día no murió nadie,
ni cerca ni en ningún sitio. Ni siquiera fue miércoles, lunes o domingo, no
llovió, no hizo frío ni calor. Nada. Aquel día sólo ocurrió su llegada al
mundo.
La comadrona que asistió el parto estuvo un rato
dándole vueltas al bebé buscándole las alas, convencida como estaba de que
aquella criatura tenía que ser un ángel, por su belleza, su felicidad y la
calidad de su piel, que tuvo siempre la textura de los momentos alegres.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
viernes, 30 de marzo de 2012
domingo, 25 de marzo de 2012
Cienmanos. Capítulo payaso...
Sintió como si llegara alguien. Por fin,... Llevaba demasiado tiempo flotando sola en aquella nada. Ahora divisaba algo incierto, un borrón que se aclaraba conforme se iba acercando. Era un ser alado… para ser más exactos, era un payaso con alas.
—Hola Paula –sonrió el payaso al llegar.
—Hola. Pero… ¿Quién eres? ¿Cómo es que sabes mi nombre?
—Hola. Pero… ¿Quién eres? ¿Cómo es que sabes mi nombre?
—Lo sé todo de ti. Todo, hasta este instante.
—¿Eres un ángel?
—¿Eres un ángel?
—¿Un Ángel? No, ni siquiera un Ramón o un Federico. ¿Por qué habría de ser un Ángel? ¿Acaso esperabas a alguien?
—No, lo decía por las alas.
—No, lo decía por las alas.
—¿Qué alas?
—Esas.
—Ah, te refieres a la chepa.
—Esas.
—Ah, te refieres a la chepa.
—¿Qué chepa?
—Esta –Respondió el payaso girándose un poco.
—Esta –Respondió el payaso girándose un poco.
Paula pudo ver entonces una gran joroba donde antes había visto unas alas. Era enorme, lo bastante grande para inaugurar en ella un campo de golf —pensó sin pensarlo realmente—. Tal vez demasiado irregular para hacer sobre ella un green, pero suficientemente amplia para…
—¿Te gusta el golf? –la interrumpió el payaso.
—¿Qué?... –Paula se asustó, aquel tipo de la sonrisa grande le estaba leyendo la mente—. ¿Cómo haces eso? ¿Por qué sabes tanto de mí?
—¿Qué?... –Paula se asustó, aquel tipo de la sonrisa grande le estaba leyendo la mente—. ¿Cómo haces eso? ¿Por qué sabes tanto de mí?
—Vaya, por fin una pregunta interesante. Verás, me mandan ellos, tus creadores.
—¿Te manda… dios?
—¿Te manda… dios?
—¡Pero bueno! ¡Qué manía os ha entrado a todas con dios! Dios no debe preocuparte, es una mera elección. Pero eso te lo cuento en otro capítulo. Se me están acabando las palabras.
—Querrás decir el tiempo.
—Querrás decir el tiempo.
—No, no, las palabras,… me quedan poco más de cien. Les dije que necesitaría más, pero no quisieron escucharme.
—¿Quiénes?
—¿Quiénes?
—Tus creadores.
—Creadores… entonces, ¡son varios!
—Creadores… entonces, ¡son varios!
—Son exactamente setenta y cuatro.
—¿Qué? ¿Setenta y cuatro? Pero… ¡esto es una locura!
—No, verás,… en realidad es sencillo: treinta y seis se dedican a darle forma y color a todo lo que concierne a tu mundo. El resto simplemente establece qué pasa, cómo, cuándo, dónde y por qué.
—Pero, entonces… ¡qué hay del libre albedrío… del mío!
—¿Qué? ¿Setenta y cuatro? Pero… ¡esto es una locura!
—No, verás,… en realidad es sencillo: treinta y seis se dedican a darle forma y color a todo lo que concierne a tu mundo. El resto simplemente establece qué pasa, cómo, cuándo, dónde y por qué.
—Pero, entonces… ¡qué hay del libre albedrío… del mío!
—Ah, eso. Ni caso. Eres tú quien decide: ellos creen que te inventan, pero se limitan a recibir la inspiración de las musas cuando y como las musas quieren. Estas, a su vez, viven en el bosque donde habita tu esencia. De tu esencia beben ellas y luego le soplan al oído a esa panda de majaras que se creen que te inventan. Así se cierra este círculo payaso y, en realidad, las elecciones son tuyas, derivan de ti, ¿Me explico?
—Y tú… eres uno de mis creadores.
—Y tú… eres uno de mis creadores.
—Bueno, en realidad no. Yo, ya lo ves, sólo soy un payaso. Un payaso con alas.
—¿Alas?... ¿Pero no era una chepa?
—¿Alas?... ¿Pero no era una chepa?
—¿Chepa? ¿Qué chepa?
—Bah, olvídalo. Y… ahora, ¿qué va a pasar?
—Bah, olvídalo. Y… ahora, ¿qué va a pasar?
—Nada. O todo. Esto es sólo un sueño. Un sueño que está acabándose. Ya no tengo más palabras.
—Entonces, te vas…
—Entonces, te vas…
—Sí, pero antes… ¿puedo besarte?
—¿Qué?...
Paula dudó unos instantes:
—¿Qué?...
Paula dudó unos instantes:
—Claro. Me caes bien.
El payaso se acercó despacio y la besó suavemente en la boca. Al hacerlo, su nariz se aplastó un poco contra la mejilla de Paula emitiendo un sonidito como de bocina tonta. Entonces el payaso se transformó en un gato. En un gato negro con alas. El gato miró a Paula con ojos dulces y poco a poco empezó a esfumarse. Antes de desaparecer del todo le susurró al oído:
—Ahora despierta, Paula, se acabaron las palabras… ¡Despierta!
Dedicado a la panda de majaras de Cienmanos.
Dedicado a la panda de majaras de Cienmanos.
Cuaderno:
Rarezas...
lunes, 20 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
Cuentos de Amador.
9. Horaldo y Heraldo.
Horaldo y Heraldo nunca se preocuparon de saber quién era realmente cada cual. Se limitaban a vivir una vida repetida, como quien vive frente a un espejo. Siempre, desde antes de nacer, ambos pudieron sentir la presencia del otro como algo inherente a la existencia. Siempre, tictac, desde siempre. En realidad no concebían que pudiera ser de otra manera. Pensar en la unicidad de los otros les producía cierta perplejidad y una sensación de abandono y soledad difícil de soportar.
En aquellos tiempos las mujeres, después del quinto mes de embarazo, visitaban a escondidas a la China para determinar el sexo, el nombre y la vida que sus hijos iban a llevar. La China protegía la cabaña con inciensos y conjuros y aclaraba con limpias de huevo y humos el aura de la madre para evitar diagnósticos equivocados. Luego besaba la frente de la mujer, posaba las manos sobre su vientre y telepateaba un rato con el ser que estaba por llegar. Así leía el futuro de la criatura y le daba un nombre y unos apellidos que nada tenían que ver con sus progenitores sino con el lugar que iba a ocupar en el mundo.
—Vienen dos —dijo la China aquella vez, confusa, escuchando dos voces que sonaban como una o una voz que sonaba como dos—. No, espérame… mejor dicho, será un hombre repetido.
—¿Repetido? —preguntó inquieta la madre—. ¿Y cómo sabré yo cual es la copia y cual el verdadero?
—¿Repetido? —preguntó inquieta la madre—. ¿Y cómo sabré yo cual es la copia y cual el verdadero?
—Nadie nunca lo sabrá, ni siquiera ellos mismos podrán distinguirse.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
lunes, 6 de febrero de 2012
El microrrelatista.
Tuvo una vida muy corta y dejó un bonito cadáver. Nadie, nunca, hubiera esperado un final como el suyo.
Fue un tipo muy consecuente.
Cuaderno:
Rarezas...
jueves, 19 de enero de 2012
Cuentos de Amador.
8. El faquir.
—Hay alguien flotando en la plaza.
Con esa cantinela entró Sandalio, el vagabundo de la sonrisa triste, en la taberna de Bienvenido cuando aún no empezaba el día. Aquella mañana todo parecía a medio hacer, como si el mundo no terminara de despertar. Las aves nocturnas volaban desconcertadas en un alba detenido mientras la niebla temprana se fundía con las primeras sombras de la tarde anterior. Las flores quedaron a medio abrir en los jardines y los gallos se miraban inquietos sin decidirse a cantarle a un día que no llegaba. El Pulga, en los prados del norte, se afanaba en despabilar a sus ovejas que, por primera vez desde siempre, acudían con retraso a su encuentro.
Hacía muchos años que en la aldea no pasaban ya esas cosas de cuento. Desde la llegada del Padre Anselmo se había instaurado en el lugar una normalidad ordinaria a golpe de sermón y procesiones. Sin embargo, aquel día parecía como si alguien se hubiera olvidado de darle cuerda al reloj. Los vecinos se atuvieron a sus horarios refugiándose en sus quehaceres cotidianos. Perplejos, hacían como que no pasaba nada, pero cundía cierta congoja. El pueblo parecía contener la respiración esperando algún acontecer y la gente llevaba el paso como cambiado, torpe, valdría decir tardío.
Bienvenido dejó de pulir las copas súbitamente y con un movimiento inconsciente de su muñeca se colgó el trapo en el hombro:
—¿Cómo has dicho, Sandalio?
—Hay alguien flotando en la plaza —repitió indiferente el muchacho mientras buscaba un fósforo en sus bolsillos.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
jueves, 12 de enero de 2012
Crónicas ergo Haikum*... o viceversa.
Hay veces, no demasiadas, en que el payaso Kum* se quita el sombrero. Hay otras, bastante insólitas, en que se saca además la nariz de payaso. Entonces, esas veces tan inusuales, ya no está el payaso Kum*, desaparece. No nos queda sino Karlos*, un tipo ordinario, frecuente, como todos los demás, igual de invisible y de como somos,... Yin-yang.
Karlos* no escribe en "Haikum*...", tiene su propio lugar, chiquito, incierto y doméstico. Sublime y convencional,... como todos los lugares, como todos los instantes, normal. Es un lugar hermano a Haikum*, en realidad, anterior. Si no tiene usted tiempo para perder, vuélvase por donde ha venido y siga con sus asuntos. "Crónicas..." es un espacio donde la verdad y la mentira son, como siempre, sinónimos, donde sólo hay introspección... hacia fuera, como siempre. Un sitio plagado de puntos suspensivos donde de pronto te llueven asteriscos despeinados, como cualquier día en cualquier sitio moliente. Es decir, un lugar muy tan usual, donde se va usted a encontar un payaso vestido sólo de hombre normal.
Dijo una vez aquel sabio: Nunca veas a una puta con luz de día ni a un payaso sin su disfraz.
Bien, si es usted de los que se pasan a los sabios por la nariz de payaso... sea bienvenido en "Crónicas...", donde no hay, en realidad, nada que aprender. Donde todo es del revés y todo se desaprende. Como debe ser... si se mira uno al espejo de culo y sin complejos.
Queda usted, pues, invitada y advertido. Y también, viceversa. Es decir... usted misma. O mismo. Sean bienvenidos todas a la mente de un payaso sin nariz.
Besos, besos payasos... todavía, ya que aún no cruzó usted la linea que separa lo uno de su igual.
Queda usted, pues, invitada y advertido. Y también, viceversa. Es decir... usted misma. O mismo. Sean bienvenidos todas a la mente de un payaso sin nariz.
Besos, besos payasos... todavía, ya que aún no cruzó usted la linea que separa lo uno de su igual.
...o viceversa.
Cuaderno:
Rarezas...
miércoles, 28 de diciembre de 2011
Coma.
Una tenue calma se respiraba en la sala; amplia, siempre limpia y aireada, a media luz. La música y el incienso suavizaban el ambiente protegiéndolo de energías extrañas. Era un buen lugar para estar en coma.
Como cada día, a la hora habitual, el Dr. Perkins comenzó su ronda vespertina seguido del séquito de pupilos que revoloteaban a su alrededor tomando notas en respetuoso silencio. En la sección de recién llegados se dispuso a seguir el peculiar protocolo de diagnosis que levantara tanto revuelo y le hiciera tan popular en su momento: se acerca con suavidad al paciente y durante unos instantes olisquea su coronilla reconociendo su estado mental. Después, apoyando apenas sus manos sobre el corazón, comprueba el estado de las emociones. En las rodillas explora los miedos y posando sus manos en la planta de los pies determina el apego que el paciente le tiene aún a la vida. Siempre se refiere a ellos por el nombre de pila y durante todo el proceso se abstrae profundamente, respirando lento, con los ojos suavemente cerrados.
Tras revisar al primer paciente, como saliendo de un trance, comentó a media voz:
—Bien, tenemos aquí un típico caso de coma convencional. Lorenzo se ha tomado un descanso de la vida, una suerte de paréntesis. Eso es todo. Animen a sus visitas a que le hablen amorosamente. El paciente oye, entiende, siente y es muy probable que al despertar lo recuerde todo. Volverá cuando esté listo.
Se despidió de Lorenzo acariciando su frente con ternura y se acercó a la cama contigua. Esta vez se tomó más tiempo antes de hablar y repitió la diagnosis yendo varias veces de la coronilla a las rodillas y a la planta de los pies.
—Interesante… —dijo bajando el tono, como hablándose a sí mismo—. El caso de Lucía no es un coma propiamente dicho. Es un punto y seguido. Aquí no hay descanso, hay angustia. Por algún motivo todo se ha detenido bruscamente. Sus asuntos están aún sin resolver. Palpen sus rodillas. La paciente tiene miedo, siente vértigo,... algo así como unos puntos suspensivos sin nada detrás. Requiere nuestra máxima atención. Supervisaré personalmente las visitas y su evolución. Que alguien tome su mano en todo momento. Hay que calmar esa tormenta interior.
Se demoró todavía un rato con las manos sobre el abdomen de la mujer antes de dirigirse al último recién llegado. No tardó en dar su diagnóstico.
—Manuel está en paz —dijo con su mano sobre el hombro del paciente—. Es un punto y final. Ha resuelto ya todos sus asuntos terrenales. Permanecerá en este estado hasta que decida dar el último salto. No va a volver. Si tocan sus pies verán que está ya muy lejos de aquí… en algún lugar acogedor, diría yo. Buen viaje, amigo —susurró cabeceando con una sonrisa en los labios.
Despidió a sus estudiantes dando las últimas instrucciones y se acercó después a la cama de Lucía. Tomó dulcemente su mano, cerró los ojos y frunció levemente el ceño. Hoy pasaría la noche con ella.
Como cada día, a la hora habitual, el Dr. Perkins comenzó su ronda vespertina seguido del séquito de pupilos que revoloteaban a su alrededor tomando notas en respetuoso silencio. En la sección de recién llegados se dispuso a seguir el peculiar protocolo de diagnosis que levantara tanto revuelo y le hiciera tan popular en su momento: se acerca con suavidad al paciente y durante unos instantes olisquea su coronilla reconociendo su estado mental. Después, apoyando apenas sus manos sobre el corazón, comprueba el estado de las emociones. En las rodillas explora los miedos y posando sus manos en la planta de los pies determina el apego que el paciente le tiene aún a la vida. Siempre se refiere a ellos por el nombre de pila y durante todo el proceso se abstrae profundamente, respirando lento, con los ojos suavemente cerrados.
Tras revisar al primer paciente, como saliendo de un trance, comentó a media voz:
—Bien, tenemos aquí un típico caso de coma convencional. Lorenzo se ha tomado un descanso de la vida, una suerte de paréntesis. Eso es todo. Animen a sus visitas a que le hablen amorosamente. El paciente oye, entiende, siente y es muy probable que al despertar lo recuerde todo. Volverá cuando esté listo.
Se despidió de Lorenzo acariciando su frente con ternura y se acercó a la cama contigua. Esta vez se tomó más tiempo antes de hablar y repitió la diagnosis yendo varias veces de la coronilla a las rodillas y a la planta de los pies.
—Interesante… —dijo bajando el tono, como hablándose a sí mismo—. El caso de Lucía no es un coma propiamente dicho. Es un punto y seguido. Aquí no hay descanso, hay angustia. Por algún motivo todo se ha detenido bruscamente. Sus asuntos están aún sin resolver. Palpen sus rodillas. La paciente tiene miedo, siente vértigo,... algo así como unos puntos suspensivos sin nada detrás. Requiere nuestra máxima atención. Supervisaré personalmente las visitas y su evolución. Que alguien tome su mano en todo momento. Hay que calmar esa tormenta interior.
Se demoró todavía un rato con las manos sobre el abdomen de la mujer antes de dirigirse al último recién llegado. No tardó en dar su diagnóstico.
—Manuel está en paz —dijo con su mano sobre el hombro del paciente—. Es un punto y final. Ha resuelto ya todos sus asuntos terrenales. Permanecerá en este estado hasta que decida dar el último salto. No va a volver. Si tocan sus pies verán que está ya muy lejos de aquí… en algún lugar acogedor, diría yo. Buen viaje, amigo —susurró cabeceando con una sonrisa en los labios.
Despidió a sus estudiantes dando las últimas instrucciones y se acercó después a la cama de Lucía. Tomó dulcemente su mano, cerró los ojos y frunció levemente el ceño. Hoy pasaría la noche con ella.
Cuaderno:
Cuentos...
martes, 6 de diciembre de 2011
Desvelos.
Despertó en mitad de la noche alarmado por el eco de un silencio. Luego, afinando un poco el oído, percibió el tum-tum de un corazón ajeno, distante y prójimo, forastero, inusual. Trató de verse las manos, los ojos, luego la espalda. Fracasó.
Sintió su ser diferente y cierto sabor a hiel. Se enderezó en el lecho.
—Ayer yo era un árbol —dijo como para sí, moviendo un poco las piernas, y al desconocer su voz se asustó tranquilamente.
Se levantó de un brinco, despacio, y rozando con sus alas las paredes húmedas, pisando insectos, no encontró ventana alguna pero se asomó a mirar.
—Ah, eso era todo —susurró entonces como más calmado—, están lloviendo hombres con paraguas.
Luego volvió a despertarse… o a dormirse, que casi siempre es igual.
Cuaderno:
Cuentos...,
Rarezas...
sábado, 19 de noviembre de 2011
martes, 15 de noviembre de 2011
Deslecciones de amor...
1. Te amo, luego me perteneces.
2. Te amo, luego tu sexo es mío.
3. Te amo, luego te necesito.
4. Te amo, luego no puedo vivir sin ti.
5. Te amo, luego llenas todas mis carencias.
6. Tengo celos, luego te amo.
7. Nos amamos, luego somos uno.
8. …y también viceversa.
Nunca se me ocurriría intentar darles a ustedes... lecciones de amor.
Cuaderno:
Rarezas...
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Cuentos de Amador.
7. Jack Landon.
Llegó a la aldea por azar el día que buscando otro lugar se había extraviado en el bosque. Se enamoró del pueblo y de sus gentes a la primera impresión y quiso recompensarles con los agasajos del progreso, cometiendo el mismo error en el que, tarde o temprano, todos terminamos cayendo: intentar cambiar aquello que nos enamora para poder entenderlo mejor.
Así y con el tiempo, inauguró una carretera que no iba a ninguna parte, construyó una vieja iglesia cuando nadie sabía aún rezar y descubrió una mina de oro en las montañas del norte, que a veces estaban al sur. Se pasó media vida intentando trazar un mapa de la aldea y sus alrededores que jamás pudo acabar. Nunca consiguió dibujar los contornos de un lugar incierto y cambiante que por aquellos entonces no estaba aún en ningún sitio.
Se hacía llamar Jack Landon y, a pesar de su juventud, ya había recorrido el mundo unas veintitrés veces en busca de fama y fortuna, o tal vez... viceversa. Arqueólogo apasionado y aventurero empedernido, había explorado selvas y desiertos en los siete continentes, descubierto culturas milenarias que jamás habían existido y fundado ciudades perdidas en los albores del tiempo, pero jamás en sus viajes había conocido un lugar como aquel.
Tres días después de llegar pidió hablar con las autoridades y la gente se le quedó mirando como el que mira a un niño que no sabe explicarse bien.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
jueves, 27 de octubre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
lunes, 17 de octubre de 2011
Cuentos de Amador.
6. La china.
En el albor de los tiempos, mucho antes de la fundación del pueblo, se hablaba ya de una vieja curandera a la que todos se referían como “la extranjera”. Nadie supo nunca dilucidar cuándo llegó ni cómo. A decir verdad, no se sabe si llegó realmente alguna vez o es que, a la sazón, estuvo allí desde siempre. Lo único que parece claro es que la China paseaba ya por el mundo, conocía ya las artes de la hechicería y, además, era ya vieja.
En aquellos entonces nadie se entretenía demasiado en saber quién era cada cual o en preguntar de quién eres. Andaban todos muy atareados asignándole un nombre a cada cosa y estudiando su utilidad o inventando lo que todavía no existía. Había mucho que hacer. En realidad, estaba todo por hacer. Y todo era tan nuevo que incluso el tiempo, las leyes naturales y la existencia misma, se hallaban inmersos en un proceso de ensayo y error que acabaría por determinar el tal por cual de lo que sería después el mundo.
Mientras los seres consensuaban en interminables asambleas las bases de lo que debía ser corriente o excepcional, los astros buscaban aún sus rumbos definitivos, y así, a veces amanecía la Luna en lugar del Sol y los días y las noches se intercambiaban sin cuento, o se simultaneaban veranos otoñales e inviernos primaverales con estaciones que terminaron perdiendo su nombre por falta de enjundia o de uso.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
viernes, 14 de octubre de 2011
martes, 11 de octubre de 2011
Utopia... VII
Cuentan que al principio fueron unos cuantos locos en una plaza. Cuentan que a los pocos días eran miles... después cientos de miles. Cuentan que la gente decía "pero... ¿qué queréis?". Dicen que ellos contestaban "Ya lo sabéis, queremos lo mismo que vosotras, lo mismo que vosotros. Queremos un mundo mejor, por eso estamos aquí".
Hay quien dice que el movimiento se extendió más allá de todas las fronteras.
Cuentan ahora, que el 15 de Octubre se manifestarán en todo el mundo. En más de 67 países, en más de 630 ciudades... en los 15 continentes.
Cuentan...
Pero, espera... ¿Realmente quieres que te lo cuenten?
...¿No sería mejor vivirlo?
El próximo sábado 15 de octubre miles de personas saldremos a manifestarnos en cientos de ciudades en todo el mundo en una movilización común contra los poderes que nos imponen un mundo y un modelo de vida insotenibles e injustos.
Aquí tienes un listado provisional de los más de 67 países y las más de 630 ciudades que participan de momento, con enlaces para informarse de las movilizaciones en cada ciudad.
Vamos a prepararlo entre todas para que sea un éxito. Tal vez te apetezca formar parte de ello. Para difundir y participar en su organización pincha aquí.
Ánimo... haces falta.
Puedes entrar en la página web de Acampada Sol pinchando bajo la cabecera del blog donde pone "Hace mucho Sol".
Cuaderno:
Utopía...
viernes, 30 de septiembre de 2011
martes, 27 de septiembre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
Cuentos de Amador.
5. Buenaventura.
La tarde en que Amador regresó de conocer mundo, una lluvia indolente tocaba con sus dedos en todas las ventanas anunciando su llegada.
En los doce años que tardó en saciar su sed de gente, lugares y aconteceres, la aldea había envejecido casi un siglo. Los caminos se habían cerrado devorados por la voracidad del bosque, mientras las fachadas sucumbían a la carcoma de un tiempo sin reloj. Las cosas estaban más viejas. Sólo la fuente de Segundino permanecía intacta, inmune en su plaza al comején de la vida. Sin embargo, los asuntos de la gente, sus intrigas cotidianas, seguían igual que el día que se fue como si hubieran negociado esperarle. Antes de que el autobús doblara la esquina del roble, la China, desde el puesto de hierbas del mercado, anunció: “El chico vuelve, y no viene solo”.
El rumor de su vuelta recorrió el pueblo como un vendaval, sacando de su limbo a los borrachines de La Taberna de Bienvenido. En medio de un alboroto de estampida, sillas volteadas y vasos rodando, Buenaventura, como saliendo de un trance, sin alterar su estar tranquilo y somnoliento, sentenció entre los vapores de su borrachera:
-Todo el que regresa, antes se había ido –y volvió a su habitual desmayo.
Cuando Sandalio, el vagabundo de la sonrisa triste, vino con el cuento de que Amador había vuelto acompañado de una india con ojos de gata y caderas de tigresa, Buenaventura parpadeó de nuevo y levantando torpemente su mano derecha con el índice extendido, dijo con su mejor voz de congresista:
-Indiscutiblemente, a veces… llega alguien.
Así era Buenaventura Cuerda de la Soga, licenciado en Ciencias Físicas, Químicas y Matemáticas, destinado a acabar con la mitad de las miserias del mundo y echado a perder por una adicción voluntaria al vodka, al vino y al coñac. Nadie en el pueblo supo nunca de sus famas, sus reconocimientos o sus doce Honoris Causa en universidades del mundo. Cuando llegó, hacía casi cuatro lustros, era ya un borrachín sigiloso y ordenado que llegaba a la taberna en la mañana y no salía hasta que Bienvenido le sacaba a empujoncitos después de cerrar.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
martes, 16 de agosto de 2011
Cuentos de Amador.
4. El Pulga.
Tuvo un nombre difícil de recordar, una madre casual y una ausencia irresoluble como figura paterna. Su paso por el mundo fue tan discreto que aún hay en el pueblo quien asegura que nunca existió del todo.
Nació tan sin hacer ruido y tal fue desde el principio su talante reservado que hicieron falta trece azotes y un pellizco para que emitiera algo así como un balidito de oveja y la comadrona quedara por fin satisfecha. Cuando le preguntaron a su madre cómo se llamaba el niño, ella, reconociendo en el bebé la mirada extraviada del padre, a punto estuvo de contestar que Anselmo. Pero no fue así. Se tragó los remordimientos de su pecado mortal y, mordiéndose la culpa en los labios, marcó al niño de por vida con un nombre fácil de olvidar y apellidos de expósito.
Al quedar embarazada, Gertrudis había tenido que abandonar con urgencia y para siempre la casa parroquial donde durante años se encargara de calentarle la casa, el caldo y la cama al santísimo Padre Anselmo. Aquella huida le rompió el alma, los anhelos y las ganas de vivir, y aunque siguió respirando, dejándose consumir poco a poco por la carcoma del tiempo, su existencia y sus vacíos adquirieron pronto cierto tufo a cementerio que no la abandonaría hasta el final de sus días.
Sólo una vez se la volvió a ver en el pueblo, cuando cinco años después, en la estación de las lluvias, se bajó del autobús veinte años más vieja con una maletita de cartón colgando de una mano y trayendo de la otra a un chamaco flacuchento y cabezón que llevaba en el estar cierto aire desapercibido. Nadie la reconoció ni reparó en el muchacho. Caminaron bajo el aguacero, arropados por una niebla que los cubría de olvido, hasta llegar a una puerta al final de un callejón donde Gertrudis tocó tres veces dejándose en cada golpe el poco alma que le quedaba. Luego le dijo al chiquillo “espera aquí”, le dio un beso distraído y desapareció para siempre de su vida entre viento, tarde y lluvia. Al abrir la puerta, al Padre Anselmo casi se lo lleva el susto de encontrarse con sus ojos en el rostro de aquel niño que se rascaba embarrado, aquel pajarito mojado que de alguna manera parecía no estar allí. Con el corazón brincándole aún bajo la sotana, le preguntó al chiquillo cómo se llamaba, olvidó su nombre un instante antes de escucharlo y, a empujoncitos, algo así como con asco, le fue metiendo en la casa dejándole en manos de las monjitas que cuidaban a los huérfanos de la última guerra.
Sólo una vez se la volvió a ver en el pueblo, cuando cinco años después, en la estación de las lluvias, se bajó del autobús veinte años más vieja con una maletita de cartón colgando de una mano y trayendo de la otra a un chamaco flacuchento y cabezón que llevaba en el estar cierto aire desapercibido. Nadie la reconoció ni reparó en el muchacho. Caminaron bajo el aguacero, arropados por una niebla que los cubría de olvido, hasta llegar a una puerta al final de un callejón donde Gertrudis tocó tres veces dejándose en cada golpe el poco alma que le quedaba. Luego le dijo al chiquillo “espera aquí”, le dio un beso distraído y desapareció para siempre de su vida entre viento, tarde y lluvia. Al abrir la puerta, al Padre Anselmo casi se lo lleva el susto de encontrarse con sus ojos en el rostro de aquel niño que se rascaba embarrado, aquel pajarito mojado que de alguna manera parecía no estar allí. Con el corazón brincándole aún bajo la sotana, le preguntó al chiquillo cómo se llamaba, olvidó su nombre un instante antes de escucharlo y, a empujoncitos, algo así como con asco, le fue metiendo en la casa dejándole en manos de las monjitas que cuidaban a los huérfanos de la última guerra.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
miércoles, 13 de julio de 2011
Cuentos de Amador.
3. Segundino.
Segundino Meléndez llegó tarde a vivir su vida. Cuando quiso darse cuenta ya no hubo manera. Se acodó en la fuente de la plaza fumando de medio lado y se dispuso a pasar así las eternidades de un tiempo sin rumbo. Observaba atentamente los quehaceres cotidianos de sus paisanos y, al menor descuido, allanaba una vida ajena y la vivía durante unos días hasta que la rutina de una existencia mortal le aburría o alguien denunciaba la tropelía. Entonces, sin alborotos, desalojaba aquella vida dejando las facturas sin pagar y volvía sereno a su fuente.
Vivió así muchas vidas sin vivir ninguna suya. Probó todos los oficios, tuvo todas las edades y sólo una vez fue mujer. Tan extraño se sintió en un cuerpo diferente que antes de poder saber dónde estaba cada cosa volvió corriendo a su plaza jurándose no repetir. En el pueblo nadie se espantó con aquel trasiego de almas, tan acostumbrados como estaban a las extravagancias y excentricidades de la vida corriente y común. Cuando alguien se comportaba raro o se iba de los sitios sin pagar, apuntaban las deudas en una libreta, si acaso comentaban “muy Segundino anda éste últimamente”, y volvían a sus cosas.
Cuaderno:
Cuentos de Amador...
martes, 5 de julio de 2011
Preguntas...
-Disculpe, ¿Puedo hacerle una pregunta?
-Obviamente sí. Ya lo está usted haciendo.
-¡Oh!…, sí, sí, claro, usted perdone. ¡Ejem!, Entonces… ¿cómo se gana usted la vida?
-¿Ganarme la vida?... no sé a qué se refiere. La vida me la gané cuando me nacieron sin preguntarme.
-Hmmm... Creo que no me ha entendido, déjeme preguntárselo de otra manera. ¿A qué se dedica?
-A vivir.
-Ah, ya, claro, pero… ¿Qué hace, es decir, en qué invierte su tiempo?
-No le entiendo. El tiempo no se invierte, caballero. Siempre es hacia adelante.
-¿Qué?... ah, bueno, sí… quiero decir, ¿Qué hace para,… en fin, qué hace?
-Dejo que la vida viva a través de mí.
-….Oiga, no responde usted a mis preguntas.
-Tal vez no haga usted las preguntas adecuadas.
-¿Ah, no?
-En realidad, ni siquiera parece usted tener sus propias respuestas. Así no encontrará nunca las preguntas.
-¡Es usted un impertinente!
-…Gracias, caballero. Ahorita, si me permite, tengo que seguir atardeciendo con el día.
Cuaderno:
Rarezas...