Era un sueño recurrente. Soñaba dentro de un sueño y en ese sueño dormía y soñaba que se dormía soñando que se soñaba durmiéndose dentro del sueño para soñarse dormido… y así sucesivamente, como una imagen repetida en una eternidad de espejos.
Temeroso de no encontrar el camino de vuelta en aquel laberinto onírico, despertaba espantadizo sin saber nunca con certeza si estaba despierto del todo o se había despertado en uno de sus soñados sueños dormidos.
Aquel día, sin aliento, se levantó de un brinco y sin lavarse la cara salió a revisar el mundo, para poder cerciorarse de que aquél era su mundo, el mundo en el que vivía.
“Buenos días, realidad. Buenos días, nuevo día” –susurró ya más tranquilo y se fumó un cigarrillo dejando que la mañana le despeinara los miedos.
Al entrar de nuevo en casa se encontró consigo mismo aún acostado en la cama plácidamente dormido soñando que se observaba soñando dentro de un sueño que despertaba dormido mientras soñaba en la cama que saludaba a su mundo fumándose un cigarrillo.
Cuentan que aún sigue durmiendo… soñando que está despierto y que se encuentra en la cama soñando que está dormido.