Su nombre me había parecido siempre un código binario malogrado o una cuenta atrás con hipo. Tal vez por eso gozó desde el principio de mi simpatía.
Llegó hace casi un año con los mejores deseos y cargado de esperanzas, pero pronto se dio de bruces con una realidad cruda y descarnada: Nunca tuvo buena prensa, nadie lo quiso bien y fue chivo expiatorio de todos los males.
Hastiado, al final de sus días, quiso ver el mar y en una de mis playas perfectas fue que lo encontré, sólo, mustio, espantadizo… casi lúgubre. Al verme amagó un sustito, se encogió de hombros para ocultar su temor y, tropezando con sus propios pasitos, intentó huir hacia la orilla. Yo me acerqué despacio, tratando de resultar acogedor.
-¿Está usted bien, abuelo? ¿Necesita algo?
-Necesito paz –respondió un tanto molesto.
-Pues tal vez aquí pueda encontrar un pedacito –le dije con los brazos abiertos para abarcar el impresionante paisaje que nos rodeaba.
Él me miró confuso, como intentando averiguar mis intenciones.
-¿Es que no sabes quién soy? –preguntó desconcertado.
-Sí señor, claro que sí.
-Pues sabe que no he tenido nada ver con todo eso que se me achaca –se excusó –Es verdad que los Hijos de la Gran Puta se han hecho más poderosos, que los causantes de tanto sufrimiento, los asesinos de tantos anhelos, han salido fortalecidos de la ruina que ellos mismos generaron. Que la gente… no reacciona, que está como anestesiada. Pero nada de eso tiene que ver conmigo. Yo sólo pasaba por aquí.
Se tapó la cara con una mano vieja, arrugada, y prorrumpió en un llantito discreto que me conmovió hasta la furia.
-No haga caso –le dije pasando un brazo por sus hombros temblorosos. Pude sentir cómo todo él iba adquiriendo ya la textura de los recuerdos, dejando de ser, desapareciendo –Si quiere que le diga la verdad, el suyo ha sido un buen año para mí. Para mis sueños. Ando sin un quinto, como todos… pero soy muy feliz. Me siento vivo.
-Gracias, joven –contestó cabeceando –Es posible que las tuyas sean las últimas palabras que oiga. Es lindo que suenen a consuelo. Ahora, si me permites,… pronto llegará el nuevo Año. Mi tiempo se acaba.
Le vi alejarse despacito, renqueante, hacia la orilla. Allí se detuvo, ya fuera del tiempo, a contemplar el mar. Con los zapatos mojados, apoyado en su bastón, sonriéndole a la nada.
Feliz ahora,... tic, tac, a todastodos.